Dice la Wikipedia... "Alec Templeton, un avido coleccionista de cajas de música y musico profesional, notó que el tono de las cajas musicales no es acorde a algún instrumento musical."
No quiero confiar en algo que no pone acentos, pero no puedo mas que sorprenderme con este dato. Quién sabe, quizás esa sea la misteriosa clave de por qué las cajas de música son objetos tan especiales. Aclaro: hablo de esas cajas de música viejas, esas que eran a cuerda, con el tamborcito de metal que giraba y giraba raspándose contra un cepillo también metálico para emitir melodías de forma inexplicable. Bueno, sí es explicable y hasta entiendo lo que pasa, pero prefiero hacerme la tonta y pensar que es pura obra de una fuerza sobrenatural que puso las cajas de música un día sobre la faz tierra. Ustedes, imitaciones chinas baratas a pila, ustedes no pueden llamarse cajas de música.
Lo que positivamente me emociona de estos objetos preciosos es la diversidad de melodías que ofrecen. Rarezas, piezas poco habituales y hasta desconocidas. También las hay de música clásica, pasando desde un millón de horrendas versiones de Para Elisa (que tanto me torturan cuando me ponen el llamado en espera) hasta los más bellos nocturnos de Chopin. No sé, tal vez no los más bellos, conozco pocos nocturnos de Chopin. Conozco un sólo nocturno de Chopin. No sé si es de Chopin. No sé ni como se pronuncia bien Chopin.
Tengo la felicidad de poseer el alma de una caja de música. Love is a many splendored thing, me canta en silencio. Ray Charles un poroto al lado de la emoción que me produce escuchar el suave tintineo de las notas a medida que gira esa maravilla, depositada en mi vida en un momento en el que cada cosa era especial, era sensible y dejaba un recuerdo, un aroma y un color precisos.
No puedo olvidar como era tenerla entre mis manos. Y ya no está.
www.flickr.com/caruchoix
No comments:
Post a Comment