Tuesday, February 26, 2008

Cajita bis

Dice la Wikipedia... "Alec Templeton, un avido coleccionista de cajas de música y musico profesional, notó que el tono de las cajas musicales no es acorde a algún instrumento musical."

No quiero confiar en algo que no pone acentos, pero no puedo mas que sorprenderme con este dato. Quién sabe, quizás esa sea la misteriosa clave de por qué las cajas de música son objetos tan especiales. Aclaro: hablo de esas cajas de música viejas, esas que eran a cuerda, con el tamborcito de metal que giraba y giraba raspándose contra un cepillo también metálico para emitir melodías de forma inexplicable. Bueno, sí es explicable y hasta entiendo lo que pasa, pero prefiero hacerme la tonta y pensar que es pura obra de una fuerza sobrenatural que puso las cajas de música un día sobre la faz tierra. Ustedes, imitaciones chinas baratas a pila, ustedes no pueden llamarse cajas de música.

Lo que positivamente me emociona de estos objetos preciosos es la diversidad de melodías que ofrecen. Rarezas, piezas poco habituales y hasta desconocidas. También las hay de música clásica, pasando desde un millón de horrendas versiones de Para Elisa (que tanto me torturan cuando me ponen el llamado en espera) hasta los más bellos nocturnos de Chopin. No sé, tal vez no los más bellos, conozco pocos nocturnos de Chopin. Conozco un sólo nocturno de Chopin. No sé si es de Chopin. No sé ni como se pronuncia bien Chopin.

Tengo la felicidad de poseer el alma de una caja de música. Love is a many splendored thing, me canta en silencio. Ray Charles un poroto al lado de la emoción que me produce escuchar el suave tintineo de las notas a medida que gira esa maravilla, depositada en mi vida en un momento en el que cada cosa era especial, era sensible y dejaba un recuerdo, un aroma y un color precisos.

No puedo olvidar como era tenerla entre mis manos. Y ya no está.


www.flickr.com/caruchoix

Wednesday, February 20, 2008

El ser humano es un animal de costumbres

Bienvenida sea la anestesia cuando llega. Bienvenida esa calma que te da la seguridad. Sea una seguridad positiva o negativa, es la bendita estabilidad que llega...

El saber que un no es un no y no un tal vez o un quizás me da una horrible sensación de quietud que hace mis días soportables. Lo más desagradable puede que sea el seguir corroborando como la soledad me arrastra a la cobardía y que la cobardía me lleva a la nada, esa nada que se vuelve esta famosa anestesia.

Y de la nada siempre sale una chispa, que al menos me lleva a arrojar palabritas sueltas.

En un tren garabateé unos trazos...

Algo dejó, algo especial, diferente. Me empapó en nostalgia y desenterró objetos hundidos en mi. Me enseñó a añorar y yo no sabía que había una escuela de la añoranza, con sus reglas y definiciones. Se volvió añoranza. Todo fue descubrir, sacudir, empañar, romper, reparar y olvidar. Pero el construir fue imposible, casi tanto como el predecir, clasificar o leer. Dejó de ser una ciencia en todo momento y nunca pude someterlo a métodos de estudio. Tampoco quiso aprender... no hay nada que sobre para aprender.

Ahora que sólo queda un eco, voy a capturarlo y guardarlo con cariño, meterlo en un frasco con otros ecos que se fueron erosionando hasta no ser nada, hasta que pueda apreciar todo lo que dejó con sinceridad y no se vuelva una excusa mentirosa para pasear por mi cabeza. Y cuando eso pase ya no le voy a escribir palabras ni negar secretos. El ciclo puede repetirse mil veces más, que ya voy a estar acostumbrada.


No se parecía mucho eso a lo que escribí, pero por qué no habría de modificar mis propias palabras mientras exista el delete o el supr en mi teclado?